¿Existe el sistema perfecto?

La selección del software ERP es un proceso crítico y de alto impacto en toda la organización por lo que tenemos que escudriñarlo.

Si bien, objetivamente, no todos los ERP son lo mismo y existe una gran variabilidad respecto de las prestaciones, alcance funcional y tecnología, no existe “EL ERP” perfecto: un sistema que pueda considerarse en si mismo, por sus propias características, una “garantía de éxito”.

La experiencia nos demuestra que un ERP puede ser un software con excelentes resultados para una organización y absolutamente inadecuado para otra; y que su alcance funcional, tecnológico y demás características “evaluables” del software en forma objetiva, constituyen un 50% de la probabilidad del éxito de su implementación efectiva en una organización. El resto dependerá de la pericia del equipo implementador, los recursos asignados por la empresa y la gestión del proyecto de implementación, elementos que no deberían dejarse fuera del alcance del proceso de selección.

El modelo de decisión y la selección final

El modelo de decisión es otro elemento al que debe dedicarse atención y ser definido acertadamente.
No puede aplicarse el mismo modelo en todas las empresas, ya que cada una ponderará de diversas maneras los aspectos evaluados. Por ejemplo, en una empresa chica-mediana será de mayor peso el aspecto económico, mientras que una empresa grande probablemente adjudique mayor peso a lograr una cobertura funcional adecuada y una implementación más corta que al costo total de la solución.

En nuestra metodología contamos con una serie de grillas, cada una de las cuales evalúa distintos aspectos y tiene asignada una ponderación. De esta manera se establece el “peso” que para la organización tiene cada “tema” (grilla) y cada uno de los ítems que la componen.

El evaluador de cada solución procede a colocar un puntaje a cada uno de los ítems de las distintas grillas, logrando como resultado la ponderación definida en conjunto con la empresa cliente. En pocas palabras, se crea un “ránking” de las distintas ofertas recibidas.

Y el ganador es …

En las instancias finales de los procesos de selección, se trabaja en base a una lista de fortalezas y debilidades de cada candidato “finalista”. La empresa deberá realizar una valoración de las mismas a la luz de su propia realidad, y definir qué impacto tendrían en su proyecto cada una de estas fortalezas y que riesgos implicaría asumir la aceptación de las debilidades.